Tarde de celuloide.
por: Arturo Pérez Arteaga:.
Esa
tarde de sábado como de costumbre, estaba en la calle del barrio compartiendo
con Patricia, Anais y Cheo, mis vecinos y compinches, conversando de todo un
poco cuando Cheo me comentó que mi papá se acercaba a mis espaldas en su carro.
Recuerdo que no me vino nada bueno a la cabeza, pero el viejo me dio otra de
sus sorpresas cuando nos habló:
- Hola chicos, ¿qué hacen aquí? ¿qué planean? –
y antes de que respondiéramos continuó – ¿quieren ir al cine?
Nos
miramos entre todos y esgrimiendo una sonrisa le dije:
- Bueno, no tenemos plata viejo, si vos pagáis vamos
a donde sea, ¿verdad muchachos?
El
resto asintió más dubitativo que convencido y mi padre agregó:
- No hay problema por eso, yo invito, tienen una
hora para alistarse y salimos de aquí mismo.
No
había terminado de hablar y Cheo ya entraba a toda carrera a su casa para alistarse.
Patricia, siempre muy coqueta ya estaba lista, caminó despacio a su casa para
avisar de lo que haría en una hora. Anais simple y llanamente se negó, señalando
que seguro su madre no le daría permiso, a lo que mi padre le dijo que lo
intentara, que si se ponía difícil, nosotros iríamos a interceder por ella.
Luego de su breve resistencia y nuestra respectiva insistencia, se fue no muy
convencida a hablar con su madre.
Nos
encontramos en el mismo sitio a la hora pautada, para nuestro agrado, Anais fue
la primera en llegar. Una vez en el centro comercial, compramos las entradas y
las respectivas cotufas ingresando a la sala. Era una película de acción con
tremenda banda sonora, recuerdo que poco tiempo después noté con un orgullo
tonto que había ganado premios a efectos especiales y sonido, como si yo
hubiese tenido algo que ver con eso.
A
la salida de la función estaba mi padre esperándonos en la puerta del centro
comercial. Patricia, Cheo y yo veníamos enfrascados en una discusión de
cinéfilos inexpertos sobre la trama, el guion, los actores, los efectos y pare
de contar. Que había mucha violencia sin sentido alegaba Patricia siempre con
su actitud rosa, que los efectos no le convencían decía Cheo con su pose de
George Lucas del subdesarrollo, yo les planteaba mis puntos de vista sobre
algunos errores de secuencia que habían sido muy obvios, creo que estábamos más
entretenidos allí que en la misma sala.
Mi
padre luego de escucharnos por algunos instantes en los que recogió ciertas impresiones, le habló a Anais
que se había mantenido al margen de la conversación y caminaba detrás del grupo
con la mirada fija en el piso. Le preguntó si le había gustado la película y
ella medio asintió pero no levantó la vista. Hicimos un chiste de su elocuencia
pero ella seguía en la misma actitud. Noté la cara de preocupación de mi padre,
creímos que se sentía enferma y cuando papá le preguntó con voz grave ¿que le
ocurría?, simplemente levantó su rostro, con ojos brillantes e inundados en
lágrimas, lo miró con una sonrisa infinita y le dijo con la voz entrecortada:
APA:.
Como buen cinefilo, disfruté el relato y me acordé inmediatamente cuando una vez fuimos al cine con mis amigas habituales y se nos ocurrió invitar para el cupo que quedaba en mi Chevette rancherita. Recuerdo que la película era "Los locos Adams" muy poco divertida para mi gusto. Y nos moríamos de vergüenza, pues en toda la sala la única que reía a carcajadas con cada "gags" era Yelitza, la nueva invitada. Naturalmente,no la volvimos a invitar nunca más.
ResponderEliminarde alguna manera, parecido aunque con una rección diferente... gracias por tu comentario Pedro
EliminarUna manera sencilla de abordar una realidad en el medio nuestro donde nos asombraría saber qué hay personas que nunca han hecho cosas que muchos de nosotros damos por sentado. Recuerdo la primera vez que me monte en un avión pero actuaba como si fuera un experimentado viajero, y pensando que me la estaba comiendo, guarde el sanguchito que me dieron en la bolsa para el vomito.
ResponderEliminarSaludos
Luis Graterol
eso sería un buen cuento Luis... gracias por tu comentario
EliminarDel carajo! Misterio desde el principio, polisémico para el lector que revuelve sus vivencias pasadas. Un desenlace final rulfiano. Bueno!
ResponderEliminarmil gracias Fredy por ese comentario y por tu tiempo
EliminarEs triste pero no escapamos de esa realidad de ver q algunas personas entre ellos jóvenes no han podido disfrutar de ese esparcimiento como es el cine muy buen cuento mi Q.H. exitos
ResponderEliminarCierto hermanito... gracias por tu comentario y por tu tiempo
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