Aclaratoria Importante

Este blog, acaba de cambiar de nombre, porque el de "Trinchera Literaria" fué cedido al colectivo de letras al cual pertenezco. No obstante los objetivos permanecen intactos, espero seguir contando con sus visitas

jueves, 12 de abril de 2018

Es sólo un ¡HASTA LUEGO!



Las despedidas siempre han sido para muchos, una situación difícil de enfrentar. Sobre todo cuando hay tan buenos sentimientos involucrados entre los seres que se separan.
La vida, por otro lado presenta situaciones que debemos encarar y ciclos que debemos cerrar como parte del proceso que nos mantiene en la eterna lucha, en busca de la felicidad.
Como parte de todos estos ciclos, hoy me toca, no sin algo de dolor, abandonar aunque espero que temporalmente, el proyecto que constituye el mantenimiento y actualización del presente blog. Esto no quiere decir para nada que dejaré de escribir o de leer o que le perdí el amor a las letras, nada mas lejos de eso. Es simplemente que la vida me lleva por otros senderos que debo transitar, imagino como una prueba o una forma de indicarme que debo seguir evolucionando.
A quienes de ustedes han tenido la osadía y la paciencia de leerme les digo que espero que lo sigan haciendo, aunque ya no será desde este blog.
Quiero para finalizar, compartir con ustedes una proclama o manifiesto (no estoy muy seguro de lo que es) que escribí con motivo del nacimiento del grupo literario al que pertenezco y por el cual, entre otras cosas cedí el nombre original de este blog.
Reciban todas y todos la sensación de un fuerte abrazo y el mayor de los cariños de parte de este, su servidor.
 
Trinchera Literaria. Proclama
Por: Arturo Pérez Arteaga:.
·      Nacemos de esa necesidad innata que tienen los comunes de juntarse en torno a los mismos intereses, amores y por qué no decirlo, desamores y desencuentros. Porque todo esto forma parte de lo que podemos llamar nuestra no historia, hasta ahora no contada, aunque sí vivida.

·         Nacemos con la voluntad puesta en amar y honrar la palabra escrita y la que todavía no lo está, pero que ronda cada uno de nuestros seres, se agrupa, se agolpa, presiona e intenta salir en una erupción voraz que quiere arrasar con cada lector o escucha a su paso, en intervalos que pueden ser tan frecuentes como prolífica puede ser nuestra imaginación.

·         Nacemos luego de morir mil veces, cada vez que ante nuestros ojos, una obra literaria por nosotros leída llega a su fin, dejando un vacío difícil de llenar y grandes lotes de eso que podemos llamar inspiración que nos mueve a comentar, a seguir leyendo y desde luego, a escribir.

·     Nos comprometemos, amantes, apasionados y voraces con la poesía, la narrativa en cualquiera de sus géneros y las artes en cualquiera de sus manifestaciones, encarnaciones, materializaciones. Porque sabemos que a través de este compromiso podemos hacer del mundo un lugar mejor, al menos, un lugar con poesía, que ya es mucho decir.

·         Tendemos nuestras manos a quienes de ustedes, que hoy nos leen o escuchan, se sientan tan enfermos como nosotros, de este mal de amor que nos ha invadido y del que afortunadamente nos sentimos infectados, intoxicados, inevitablemente incurables. Para así, de la mano de ustedes, intentar conseguir un antídoto que nos permita infectar a todas y todos los que podamos, por cualquier medio o vía posible.

·         Nos comprometemos con la vida, con el ser, con las cosas sencillas, las caricias dulces, los besos sonoros, los sueños de los niños, los pétalos de las flores que carecen de arrogancia, con los colores del arcoíris que en estos momentos aparece en cualquier parte del planeta, con las piedras que sirven de guía a las caudalosas aguas de los ríos y con esas aguas también. En una frase, somos capaces de comprometernos con todo aquello que pueda ser fuente de inspiración poética, de donde surgen las más hermosas obras, producto de la imaginación.

·      Es lo que somos, es por lo que estamos, sin posturas necias o actitudes arrogantes. Porque así como el aire que respiramos, sabemos que las letras pertenecen a todas y todos los que las quieran aprovechar, utilizar y abrazar, como un instrumento, una guía o simplemente un medio para dejar al menos en un trozo de papel un pedacito de cada uno de nosotros.



Desde la Trinchera Literaria.

En Cabimas
.:APA:.

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lunes, 26 de marzo de 2018

Confesiones de un ególatra. De: Otrova Gomas

El texto que les presento a continuación representa un estilo bastante particular del autor Otrova Gomas, que muy particularmente me parece genial. Luego de reir bastante al leerlo lo quise compartir con ustedes como parte de la literatura generada de Venezuela para el mundo.

Que lo disfruten...

Confesiones de un ególatra
De: Otrova Gomas
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El otro día me dejé de tonterías y decidí hacer un homenaje a mi persona. Convencido de mis altos méritos, de mi recta conducta ciudadana, y el especial talento para tantas y tan variadas cosas, organicé el importante evento, al cual, por razones de modestia y de principios, yo era el único invitado.
Para ello establecí un riguroso programa que imprimí en la única tarjeta que, dirigida a mi mismo, establecía el orden de los actos de aquella trascendental velada: primero, el discurso introductorio en el cual se destacaban mi labor patriótica así como el extraordinario aporte a la cultura universal y a la paz y la comprensión entre los hombres. Después del discurso procedería a condecorarme con la orden de mi persona en primer grado y seguidamente haría un brindis haciendo votos por una larga y exitosa vida con tan brillante trayectoria.
En el programa se establecía que después de colocarme la cinta frente al espejo, tomaría asiento para un exquisito banquete preparado para la solemne ocasión, en el cual, como invitado solitario, ocuparía el lugar de honor.
El acto se llevó a cabo a la hora prevista. Vestido de rigurosa etiqueta tomé asiento en la amplia biblioteca de mi casa, y bajo los acordes de una moderna melodía de Mozart me serví un trago de excelente whisky. Confieso que me sentía nervioso. Poco acostumbrado a los actos pomposos y a los homenajes, mordía insistentemente la boquilla de mi pipa mientras daba vueltas por la sala sonriendo amablemente cada vez que me veía en el espejo.
Cuando llegó el momento de tomar la palabra para el discurso de orden se me hizo un nudo en la garganta. No obstante, expuse de una manera magistral, plagada de inusitada sencillez y profundidad, la importancia de mi labor y de mi vida. Fue una síntesis precisa de mis virtudes de mi mágica personalidad, inteligencia y genio desbordante. Interrumpido a cada instante por mis aplausos hice especial hincapié en la graciosidad de mi varonil figura tan propia de los predestinados. Al concluir, el largo aplauso que me brindé por tan brillante pieza oratoria me obligó a inclinar varias veces la cabeza en señal de agradecimiento. Después de imponerme la condecoración me felicité sin poder ocultar el orgullo que me producía conocerme y poder disfrutar siempre de mis eminentes cualidades.
La cena fue maravillosa. De entrada me serví un coctel de caviar rojo del Volga con salsa Bouterlied acompañado de un Pinot Bouvoir 1945 de Le Roi. Luego de una increíble sopa boullibase, degusté un inolvidable moulie de corazones de aves variadas a la Domaine saboreando un increíble Lafite-Rothschild 1832. De postre flan kirschestrassen vienés con fresas gigantes.
Al finalizar aquella fastuosa cena me dirigí al sofá principal de la casa, y encendiendo un Montecristo acompañado de cognac Napoleón reserva especial, bajo las suaves notas del adagio de Albinoni cambié francas impresiones sobre mis dotes, mi pasado hermoso y mi prometedor futuro.
Fue un acto sencillo pero muy emotivo y lleno de verdadera sinceridad y afecto. El hecho de haber reconocido mis méritos y el aprecio bien merecido que me profeso me dejaron profundamente conmovido y lleno de honda satisfacción.
La noche culminó haciéndome un justo regalo y después de despedirme prometí homenajearme con más frecuencia, absolutamente convencido de ser, para mí, la persona más digna de tan justa pleitesía.


Tomado de su libro: "La miel del alacrán"

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jueves, 22 de marzo de 2018

Manifiesto Día Internacional De La Poesía

Les entrego esta joya escrita por un gran poeta y mejor amigo de los que la vida me ha regalado para demostrarme que los seres humanos, además de átomos y moléculas podemos estar constituídos de poesía, como es el caso de Luis Ernesto Medina



MANIFIESTO DÍA INTERNACIONAL DE LA POESÍA


Manifiesto para la toma poética Somos los poetas y las poetas de la ciudad, venimos, a plena voz, a dejar escuchar el canto libre de nuestros corazones, ese canto que proviene de la entraña bituminosa de la Kupaiwa aborigen, la de raíces ancestrales que forman parte de la esencia y el espíritu libertario de nuestros fundadores. Hoy somos la voz de todos, la del Coquivacoa, el que otrora mitigara la sed de su pueblo, somos el lago que esperanzado desea volver a lucir sus aguas cristalinas. Somos los poetas de Cabimas, pueblo de sol y de agua lacustre, de cuya entraña emana petróleo a borbotones. Somos los hijos del reventón que nos dio a conocer en el mundo, los soñadores de esta comarca, los juglares que con la chispa de Narciso Perozo hacen volar las palabras y el ingenio popular, somos los que a pie descendimos de la sierra falconiana, los hijos de los margariteños, los vástagos de los trinitarios que poblaron nuestra colonia inglesa, los devotos del santo negro que danzamos al ritmo del chimbánguele. Somos los hijos de la vidente María Acosta, la voz de Pingüino, la del camarada Alí, el Congreso Cultural de los setenta, la huelga del 36, la pluma de Ramón Díaz Sánchez y su novela petrolera Mene. Somos La Salina, El Cardonal, La Misión, Ambrosio, Punta Icotea, La Rosa, Concordia y El Gasplant. Somos la Cabimas Zamuro de Contramaestre, pero ya no regalamos la ciudad, ahora la compartimos con todos. Somos el pincel de EmerioDario Lunar, la poesía de Machado y de Javier Fernández. Somos la chicha de Vicuña, la vitamina de Cleto y El Levantón de Piñero, Somos Tierra Negra, Naveca, Boulevar Costanero, Pasaje Sorocaima, Centro Cívico y Puerto Azul. A los que hoy escuchan nuestras voces poéticas, los invitamos a que unan sus voces a las nuestra para impregnar de metáforas e imágenes poéticas este lugar. Nuestro lar tiene historia de raíz mestiza, aquí en nuestra tierra conviven en sincretismo la esencia y la estirpe de una raza indómita de sangre Caribe, los hombres de tez oscura venidos del África profunda y los blancos hispanos de la Europa rapaz y depredadora. Somos Cabimas, crisol de resina bituminosa de la Copaiba y la de su pétrea entraña. Hoy se enciende la llamarada y la ardentía de la poesía, impregnamos los espacios de la ciudad con la inventiva de los guerreros insomnes de la ensoñación, los vocablos que dan vida a la existencia fluyen al fragor de la vida cotidiana, hoy nos atrevemos a vivir poéticamente, nos alimentamos de sueños posibles e imposibles, somos los guardianes de la palabra que embellece la existencia de los militantes de la esperanza. Acompáñanos al encuentro de Edgar Méndez, Andrés Eloy, Ramos Sucre, Gerbasi, Gustavo Pereira, Salmerón, Vallejo, Neruda y otros tantos orfebres de la palabra. Hoy celebramos la fragua inagotable de las infinitas posibilidades de la creación artística a través de la palabra.

Hoy celebramos el DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA.
Cabimas, 21 de marzo de 2018
Luis Ernesto Medina Vásquez



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lunes, 19 de marzo de 2018

Después de ti. Cuento

Les entrego en esta oportunidad un cuento que según mi opinión podría tener varias interpretaciones. No obstante, esta no es mas que la mera apreciación de quien lo escribió, realmente falta la mas importante, la que pueda tener quien lo lea; ésta es a mi criterio, la que mas vale.

Después de tí

Por: Arturo Pérez Arteaga:.
 
Imagen tomada del sitio WEB: https://juancarlosboverimuseos.files.wordpress.com/

Su encuentro amoroso de esa noche fue inusitadamente intenso. Como en un eclipse de sol, sus cuerpos se abrazaron de manera tan perfecta que se opacó y detuvo todo en derredor, hasta caer rendidos. 

Cuando él despertó miró el reloj y notó, como siempre, que el tiempo se les había escapado. Se vistió en silencio, la contempló largamente mientras ella yacía desnuda sobre la cama.  

Sin siquiera besarla, salió con mucho cuidado para no despertarla, por esto no pudo advertir que antes de eso, era ella quien se había marchado para siempre. 

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miércoles, 7 de marzo de 2018

Macario. De Juan Rulfo

En otras ocasiones y espacios he manifestado mi admiración por la calidad narrativa de este latinoamericano por el cual me he visto influenciado, y por esto hoy les presento un cuento breve del gran Juan Rulfo, con la confianza en que les gustará al menos tanto como a mi.


Macario
De: Juan Rulfo
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Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas. Anoche, mientras estábamos cenando, comenzaron a armar el gran alboroto y no pararon de cantar hasta que amaneció. Mi madrina también dice eso: que la gritería de las ranas le espantó el sueño. Y ahora ella bien quisiera dormir. Por eso me mandó a que me sentara aquí, junto a la alcantarilla, y me pusiera con una tabla en la mano para que cuanta rana saliera a pegar de brincos afuera, la apalcuachara a tablazos… Las ranas son verdes de todo a todo, menos en la panza. Los sapos son negros.

sábado, 3 de marzo de 2018

El espejo que no podía dormir. De Augusto Monterroso

En esta oportunidad les presento un micro cuento del maestro de género Augusto Monterroso, cuya genialidad se nos muestra una vez mas y nos permite disfrutar de algunos segundos de buena literatura.

El espejo que no podía dormir

De:   Augusto Monterroso

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Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico.

 

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martes, 27 de febrero de 2018

Lluvia negra. Cuento

No es muy difícil adivinar qué inspiró el cuento que hoy les presento. Es sólo una forma de ver a mi pueblo, al que he llamado en mas de una ocasión mi ITACA, no obstante, sin querer tapar el sol con un dedo, necesita con urgencia de mucho amor y cuidado porque está muy enfermo y condenado a la desaparición por nuestra indolencia... Para tí Cabimas, este relato.

Lluvia negra
Por: Arturo Pérez Arteaga:.
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Imagen tomada del sitio web: http://fotos2013.cloud.noticias24.com


Mi pueblo, como cualquier otro del pasado, tenía su iglesia de paredes de barro y techo de palma frente a una plaza, donde el prócer ya no estaba o quizá nunca estuvo. Almendrones y mangos enormes se destacaban como los refugios de diversión predilectos de los niños. La bodega de Chua, donde se jugaba bingo y dominó por las noches, era nuestro centro social y comercial. Las casas con sus enormes zaguanes invitaban a conversar con los vecinos. Las calles de tierra eran sobre todo quietas y sólo sacudían su polvareda cuando las carretas irrumpían con la mercancía venida de otros lares.

Un día cualquiera, de la nada apareció una fuerte lluvia y alguien tuvo la idea de llamarla “progreso”. Una lluvia bastante extraña, porque en lugar de venir del cielo brotaba de las entrañas de la tierra y era negra como la noche, no obstante, lo más extraño fue que a su paso, el “progreso” no dejaba charcos como podía suponerse, sino de manera trastornada y caótica: paredes de concreto, aceras, edificios de todos los tamaños, muchos bares, incuantificables ladrones y prostitutas, carreteras pavimentadas y gente con otros acentos e idiomas.

Se llevó los mangos que poco a poco fueron desapareciendo, los almendrones murieron de tristeza, la tienda de Chua se desvaneció o más bien se transformó en un Mall, los vecinos cambiaron el bingo por el paint ball y el dominó por el scrabble.

Cuando la lluvia cesó, porque todo cesa tarde o temprano, el caos se detuvo, ya no había nada nuevo, ni construcciones ni gente. Las costumbres pasadas habían desaparecido sin que las nuevas tuviesen tiempo de arraigarse, la gente desconcertada simplemente huyó de tanto desorden.

Por favor no me pregunten su nombre o su sitio en el mapa, porque esa lluvia negra a mi pueblo se lo tragó.

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martes, 20 de febrero de 2018

Dilemas. Cuento breve

Sería deshonesto decir que esto me lo contaron o que le pasó a alguien que conozco. Sólo diré que al igual que muchas otras historias este cuento es sacado de la vida real y desde luego como las otras, tiene un alto componente imaginativo.

Dilemas
Por: Arturo Pérez Arteaga:.

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Abstraído en mi último dilema laboral, caminaba más lento que de costumbre, debía decidir qué es lo que quiero, ¿en verdad prefiero seguir con una carrera estancada o tomo el riesgo y trato de avanzar a pesar del costo que eso pueda tener?


De improviso pasó a mi lado en la misma dirección que yo llevaba una morena cuyo perfil apenas alcancé a distinguir, lo que si pude apreciar muy bien fue su hermosa espalda casi descubierta, podía ver un hermoso color bronceado, típico de la mujer caribeña, una cintura estrecha, vínculo ideal que ensamblaba la sensual guitarra representada en el cuerpo de aquella hembra. Sus caderas simplemente perfectas, con unas nalgas voluptuosas, resaltadas por un pantalón que muy poco dejaba a la imaginación, todo rematado por un par de piernas bien contorneadas y muy firmes. 


Al doblar la esquina lamentablemente la perdí de vista. ¿En que estaba yo?, ¿qué preocupación me embargaba?... ahhh si, ya lo recuerdo, ¡daría lo que no tengo por quedar atrapado en un culo así!

-APA- 

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sábado, 3 de febrero de 2018

La sonrisa de Margarita. De Gustavo Vale

Acabo de leer este cuento del poeta, cronista y novelista venezolano Gustavo Vale y me ha gustado mucho, tanto que considero un acto de egoísmo no compartirlo con quienes visitan mi blog.


La sonrisa de Margarita. 
De: Gustavo Vale
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Volar.
Siempre quise volar.
Arrojarme en caída libre.
Volar.

De cómo conocí a Margarita no tiene importancia. Lo importante es ella, Margarita, a sus diez años, con su pelo medio rubio, medio marrón. Y yo, a mis ocho años con mis ganas de aterrizar en el corazón de Margarita. Porque fue por ella o por culpa de ella o a causa de ella que... en fin. Hoy, muchos años después, a veces pienso que fue una historia triste, pero justo ahora creo que no, que se trató una historia hermosa. La verdad, como dice el poeta, de lo que se escribe no se sabe.

Comencemos por el final. Yo, arriba del tanque de agua, en el lugar más alto de la casa, a punto de arrojarme al vacío. Era una tarde de abril con muchas nubes. Húmeda. Oscura. No había tarde más perfecta para volar que aquella tarde de abril. Mi hermano, desde abajo, me animaba:

–Dale, cagón, dale.

Él era también el operador de la torre de control:

–Viento a favor. Pista despejada. Preparado, listo...

Y yo que me orinaba encima, con un miedo que me hacía temblar. Pero no había nada que temer, mi pista de aterrizaje era el blando corazón de Margarita.

Una semana atrás había hecho pruebas preparatorias con Malena, mi gata. Subimos juntos al tanque de agua, le coloqué un improvisado parapente y sin mucha ceremonia, la arrojé en la modalidad bala felina. La gata dibujó un soberbio tirabuzón y luego planeó con bastante elegancia. ¡Ah, cómo surcó Malena los cielos de Caracas! Arañando el aire con ese estilo afrancesado que solo los gatos tienen. Cayó en sus cuatro patas. Cojeó durante un par de días, pero después siguió siendo la misma gata vanidosa de siempre.

Los excelentes resultados de esta prueba preparatoria, me animaron a avanzar en mi proyecto. Comencé a hacer los planos de mi paracaídas, llené varias páginas de papel cuadriculado con diversos modelos. Compré cuerditas reforzadas. Saqué del armario las sábanas que vestían mi vieja cuna y estuve una semana entera fabricando el prototipo.

Al terminarlo, no se lo mostré a mi hermano, el operador de la torre de control. Pero sí a Margarita.

Margarita tenía una forma de tratarme muy especial. Me decía: tráeme esto, tráeme aquello. O me silbaba como a Ronny, su toy poddle: fuiz fuiz, y yo iba a toda velocidad a su encuentro, porque los silbidos de Margarita eran los más hermosos silbidos del planeta.

Al ver mi prototipo, Margarita dijo:

–Mejor es el mío.
–¿Tú tienes paracaídas? –pregunté.
–Claro –me respondió –y es mejor que el tuyo.

Sentí vértigo, un agujero en el estómago. Luego me encerré en mi laboratorio (es decir, en mi habitación) e hice añicos mis planos garabateados en papel cuadriculado. Agarré mi prototipo hecho de sábanas y cuerditas y lo convertí en picadillo con una tijera colegial.

Un día, Margarita me invitó a merendar en su casa. Era una casa enorme la de Margarita, parecía un palacio, con unas cabezas de antílopes colgando de las paredes, con alfombras de piel de tigre o de oso y muchas fotos de grandes proezas familiares. Fuimos a su cuarto, que también era enorme, y allí, tirado en su cama, jugando Atari, estaba el operador de la torre de control, mi hermano.

Margarita sacó del armario una caja enorme. Me dijo: esto es para ti.

Yo abrí la caja. Había una mochila. Y dentro de la mochila un paracaídas. Un paracaídas, pero de verdad verdad.

–Wow –dije.
–¿Lo ves? Es mejor que el tuyo –dijo Margarita.

El operador de la torre de control dejó el Atari y abrió su bocota:

–¿Cuándo hacemos el lanzamiento?
–Mi papá es un verdadero paracaidista –se ufanó Margarita.
–Ah, tienes miedo –dijo el operador de la torre de control.
–Yo no tengo miedo –respondí.
–No lo molestes –terció Margarita— y luego me preguntó, en voz baja: ¿lo vas a hacer? Si lo haces te voy a dar un... y sin terminar de decir lo que iba a decir, silbó: fuiz fuiz. Entonces yo estuve a punto de ir a su encuentro y ponerme a su entera disposición. Pero a cambio apareció Ronny, el toy poodle, que aterrizó en sus piernas a una velocidad asombrosa. El maldito perro faldero se me adelantó.

Las semanas previas al lanzamiento estuve investigando y afinando cada detalle. Subí numerosas veces al tanque de agua, calculé el recorrido de punta a punta, la distancia que había del tanque al patio: unos siete metros. Reproduje mentalmente cada paso. En mi cabeza estaba todo perfectamente calculado. Debía correr con todas mis fuerzas desde la parte de atrás y al llegar al borde pegar un buen salto y abrir el paracaídas. Y una vez que pegara el salto, pum, a volar.

La noche antes estaba muy inquieto y tuve este sueño: Ronny, el maldito toy poodle, mordía el cuello de Malena, mi gata, mientras mi hermano, el operador de la torre de control, estaba tirado encima de una alfombra de piel de tigre o piel de oso, mirando al techo y entonces, de pronto, yo me desesperé. No estaba Margarita, no veía a Margarita por ninguna parte. Margarita, gritaba, Margarita...

Desperté. Vi mi reloj: eran las 3:30 de la mañana. Faltaban todavía algunas horas para el gran día.

Y aquí volvemos al comienzo de esta historia. Tarde de abril con muchas nubes. Densa, oscura. Una tarde mejor que esa, imposible. Y yo arriba del tanque de agua listo para volar. Viento moderado, cielo despejado, humedad relativa. El operador de la torre de control daba las indicaciones y también me daba ánimo:

–Dale, cagón, dale.

Margarita estaba sentada sobre la grama del patio comiendo galletas y hojeando un álbum de la Barbie. El paracaídas de su papá me quedaba realmente enorme: los arneses flojos, las correas colgando, y ese montón de tela arruchada, como derramándose a mi alrededor. Me asomé por última vez para ver a Margarita. Desde allá arriba admiré su melena media rubia, media marrón. Tuve la convicción de que junto a ella me esperaría, finalmente, algo inolvidable.

Sin embargo, en un instante de lucidez, dudé. Pensé que el sueño de la noche anterior había sido premonitorio, un mal presagio. Si Malena, mi gata, moría a manos de Ronny, eso quería decir que algo andaba mal. Muy mal. Podía haber soñado con otra cosa. Por ejemplo, con aquello que me daría Margarita después de mi exitoso salto. ¿Qué sería? ¿Un juguete? ¿Un beso? ¿Un fuiz fuiz que duraría toda una eternidad? Me reproché no haberle preguntado antes. ¿Por qué no lo hice? ¿Por miedo? ¿Por vergüenza?

–Dale, cagón, dale –escuché de parte de la torre de control. Y luego:
–Fuiz, fuiz –el cristalino silbido de Margarita.

Espanté como moscas los inoportunos pensamientos, deseché todas mis malditas dudas infundadas y entonces, ya decidido, grité:

–Allá voy.
–Dale, que se va a hacer de noche –dijo torre de control.

Respiré hondo, cerré los puños (o puñitos) para darme ánimo, y en una fracción de segundo repasé mentalmente todo mi plan. Tomé impulso, corrí desde la parte de atrás del tanque, corrí lo más rápido que pude y con el viento a favor hice pie en el borde y... salté.

Alcancé una excelente altura. Me suspendí como una pluma, como el polvo. Sentí la presión delicada del aire en mi cuerpo, el viento que susurraba suavemente en mis oídos y el aparatoso paracaídas que parecía una medusa borracha a mis espaldas. Quizás no fue el mejor paracaídas para llevar a cabo el lanzamiento, pero eso es lo de menos. Lo importante es que volé. Créanme que volé.

Y la sonrisa de Margarita brilló en todo el patio.


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