Hace pocos meses, nuestra tranquilidad cotidiana se vio interrumpida por la amenaza de un huracán que quizá visitaría las costas venezolanas y a pesar de tratarse de una situación bastante hipotética y poco probable, la noticia generó algo de angustia en parte de nuestra población que estuvo muy pendiente de su trayectoria e inminente llegada, una de las personas que estuvo alerta fue mi señora madre, que a cada rato me llamaba y me advertía sobre la situación. Para ella muy especialmente este cuento con todo mi amor.
El huracán
Por: Arturo Pérez arteaga:.
Como de la
nada apareció el fuerte viento que hizo estragos y se llevó todo a su paso,
nunca olvidaré como vi rodar objetos sin dueños por la calle, para al momento
siguiente, ver correr a los que presumí eran los dueños, tras esos objetos que estaban
en fuga. Árboles y postes se desplomaron como pinos de boliche y como pájaros
de metal volaron libres los techos, reinó la anarquía y todo fue una gran
confusión. Los medios informaban al llegar la calma, que eso sólo era una
muestra de lo que estaba por venir, un gran huracán de la más alta categoría azotaría
nuestro pueblo, debíamos prepararnos para lo peor.
Al saber la
noticia, tomamos las medidas del caso y nos apertrechamos lo mejor posible. Sellamos
las ventanas, reforzamos las puertas, guardamos provisiones y agua potable,
encerramos a los animales y cortamos la electricidad del pueblo para evitar
males mayores. El fulano tornado esta vez no nos tomaría desprevenidos. La
señora Benita, influenciada por lo visto en una película gringa y a pesar de
las quejas de sus hijos, metió a la vaca dentro del baño para que el ciclón no
se la llevara.
Hoy al resolver
salir de casa, advertí con asombro como el lugar es casi un pueblo fantasma ¿y
que pasó con la gente?. Siguen confinados en sus hogares por miedo al fulano huracán,
ese que debió pasar hace diez años y que nunca se dignó a venir.
-APA-
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