Aclaratoria Importante

Este blog, acaba de cambiar de nombre, porque el de "Trinchera Literaria" fué cedido al colectivo de letras al cual pertenezco. No obstante los objetivos permanecen intactos, espero seguir contando con sus visitas

lunes, 30 de enero de 2017

"Sopresa y compromiso" y "Como agua bendita". Cuentos breves

Comparto hoy un par de cuentos breves de mi autoría. Espero que les guste y desde luego me gustaría conocer sus opiniones.

«Sorpresa y Compromiso»

Por: Arturo Pérez Arteaga:.
 Resultado de imagen para ladron sin arma
Un ladrón desarmado, asaltó a una víctima sin dinero, y el desconcierto del primero sólo fue superada por la risa del segundo que al verse en tal situación le dijo: “Amigo, cuando tenga un arma venga a buscarme que yo le prometo, le tendré algo de dinero para que no pierda su tiempo”.



«Como Agua Bendita»


Por: Arturo Pérez Arteaga:.
Resultado de imagen para demonios y agua bendita
 
Si al menos hubiese intuido que el olor a amoníaco aleja a los demonios, Mario Carpazo no habría hecho tanto esfuerzo por dejar de mearse la cama. 

APA:.

jueves, 26 de enero de 2017

De la mano con mi destino. Cuento

De la mano con mi destino
Por: Arturo Pérez Arteaga :.
Resultado de imagen para de la mano con la muerte

Desde niño he tenido un sueño repetitivo, me encuentro frente a un paisaje borroso, y por más que me froto y entorno los ojos, no consigo verlo con claridad, luego se aparece la muerte a quien si veo con nitidez, me toma de la mano, me lleva con ella, justo en ese momento me despierto. Con los años he aprendido a soportarlo, toda vez que el mismo sueño se presenta independientemente de mi estado de ánimo, la existencia o no de preocupaciones o mi nivel de cansancio.

Anoche, la primera de mis ansiadas vacaciones a orillas del mar, algo en el sueño cambió, al fin pude ver todo con claridad sin necesidad de frotar o entornar mis ojos. Esta mañana al correr la cortina de la ventana del hotel, me sorprendió volver a ver el paisaje de mis sueños… creo que sólo me resta esperar.

APA:.

lunes, 23 de enero de 2017

Continuidad de los parques. De Julio Cortázar

El cuento que a continuación les presento, es uno de mis favoritos, escritos por ese genio creador latinoamericano que fue Julio Cortázar. Si lo detallamos, podemos observar lo bien construído que está: bien narrado, con una buena trama, un nudo emocionante y un final espectacular que particularmente me dejó muy impactado.

Hoy lo comparto con ustedes, por si no lo conocen aún y espero que lo puedan disfrutar como yo lo hago cada vez que lo leo.




Continuidad De Los Parques
De: Julio Cortázar
Resultado de imagen para lectura en sillon verde
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

domingo, 22 de enero de 2017

De la vida misma. Cuento



De la Vida Misma

Por: Arturo Pérez Arteaga :.
Resultado de imagen para foto de celular comprometedora
Luego de varios años de matrimonio, juntitos como llaves en un llavero, Eduardo y Romelia debieron separarse por un viaje de negocios.


Cada día al llegar a la habitación del hotel, Eduardo, valiéndose de las redes sociales, remitía un mensaje al grupo familiar diciéndoles cuanto los extrañaba y recibiendo casi de inmediato la retroalimentación de Romelia con un mensaje institucional, además de las ocurrentes respuestas de sus hijos, su madre, su padre, hermanos, cuñadas y hasta su suegra.


Casi una semana después de estar fuera de casa, siguiendo su costumbre, remitió un mensaje de rutina al grupo y además, le escribió uno privado, mucho más explícito y sexual a Romelia donde le hablaba de su intimidad y lo que le haría si estuviese allí con él. Romelia, en la privacidad de su habitación, con la libertad que le dan un teléfono inteligente y el no llevar pantaletas, adoptó una posición de yoga y se dispuso a fotografiar sus partes más íntimas, contempló por un instante la imagen, se  sonrojó y sin pensarlo dos veces,  remitió un mensaje con la foto y una leyenda también picante para que le sirviera de consuelo a su amante esposo mientras durara su ausencia. 

El texto de vuelta no se hizo esperar y Romelia al revisarlo alcanzó a leer una nota de su madre que decía: “Romelia Coromoto, ¿qué vaina es esta?”.
APA:.

viernes, 20 de enero de 2017

Clásicos: "El almohadón de plumas" de Horacio Quiroga



Les presento en esta ocasión, un cuento que ya es parte de los clásicos de la literatura latinoamericana y universal. Su autor, Horacio Quiroga, tuvo una pluma prolífica y de muy alta calidad, por esto considero debe ser leido por los jóvenes de todas las edades. Disfrútenlo...
 
El almohadón de plumas
de: Horacio Quiroga
Resultado de imagen para El almohadón de plumas

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella  deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella  sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. . Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

—¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en  silencio y siguieron al comedor.

—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que hacer...

—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de
sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados dél hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

—¿Qué hay?—murmuró con la voz ronca.

—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós: —sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

jueves, 19 de enero de 2017

Hábitat Poético: "Clarita"



Tengo el honor y el placer de compartir con ustedes este gran cuento del buen amigo y camarada Pedro Querales. Al leerlo, me pareció tan bueno que le pedí me permitiera publicarlo en mi blog, a lo que accedió gustoso. Espero que lo disfruten tanto como yo.

Clarita 
De: Pedro Querales

Resultado de imagen para prostituta vieja

Clarita, era una prostituta, cuyos mejores tiempos habían pasado. Sin embargo, disfrutaba de una muy ganada fama de tener una vagina ultra magnética para mis contemporáneos. Todos ellos me contaban de lo maravillosa que era en la cama, tratando de provocar mi curiosidad, la cual se tentaba, pero cuando me ponía a observarla: su rostro, mostrando los estragos de la recién adquirida madurez cuarentona y el parto de sus siete criaturas; al bajar la vista, hacia sus tetas, recordaba las historias de Victor Romero, quien comentaba que cuando se quitaba sus sostenes, la gravedad hacia su trabajo, y sus pezones aterrizaban en su bajo vientre, sus piernas dejaban asomar las invasivas varices, y me preguntaba: ¿requiere el placer tanto sacrificio mental? Inmediatamente recibía la respuesta: moriré con la curiosidad.


Deambulaba junto con Omaira, Clarita y la mujer maravilla consumiendo las calurosas noches del norte de la ciudad, acompañada por los grasientos mechurrios, infaltables en los paisajes de mi juventud, pues formaban parte del alumbrado público que Cadafe no cubría. Las tarifas estaban al alcance, tanto de las urgencias hormonales de mis amigos jóvenes, o de personas de mayor edad. Para todos había.


Una vez, compartiendo con mis amigos de siempre, en “La Caravana blanca”, (que atendía “Cambalache”, quien, por cierto, le montaba conversa a uno y aprovechaba para colarle la cerveza que se estaba tomando para agregarla a nuestra cuenta. Y por si fuera poco, la retiraba cuando la llevabas por la mitad, y sin preguntar servía una nueva ronda, la cual incluía la suya), Clarita, me dijo, en voz baja:


-Me los he tirado a todos, y cada uno de ellos siempre me procura, y como yo no desprecio a nadie, siempre los acojo, y les doy su buena ración de placer. Vos sois el único que no se ha acostado conmigo.


Y le contesté, inmediatamente:


-Prefiero seguir siendo la excepción de tan placentera regla.

miércoles, 18 de enero de 2017

Tarde de celuloide. Cuento

Tarde de celuloide.
por: Arturo Pérez Arteaga:.
Resultado de imagen para cine


Esa tarde de sábado como de costumbre, estaba en la calle del barrio compartiendo con Patricia, Anais y Cheo, mis vecinos y compinches, conversando de todo un poco cuando Cheo me comentó que mi papá se acercaba a mis espaldas en su carro. Recuerdo que no me vino nada bueno a la cabeza, pero el viejo me dio otra de sus sorpresas cuando nos habló:


-  Hola chicos, ¿qué hacen aquí? ¿qué planean? – y antes de que respondiéramos continuó – ¿quieren ir al cine?


Nos miramos entre todos y esgrimiendo una sonrisa le dije:


-  Bueno, no tenemos plata viejo, si vos pagáis vamos a donde sea, ¿verdad muchachos?


El resto asintió más dubitativo que convencido y mi padre agregó:


-  No hay problema por eso, yo invito, tienen una hora para alistarse y salimos de aquí mismo.


No había terminado de hablar y Cheo ya entraba a toda carrera a su casa para alistarse. Patricia, siempre muy coqueta ya estaba lista, caminó despacio a su casa para avisar de lo que haría en una hora. Anais simple y llanamente se negó, señalando que seguro su madre no le daría permiso, a lo que mi padre le dijo que lo intentara, que si se ponía difícil, nosotros iríamos a interceder por ella. Luego de su breve resistencia y nuestra respectiva insistencia, se fue no muy convencida a hablar con su madre.


Nos encontramos en el mismo sitio a la hora pautada, para nuestro agrado, Anais fue la primera en llegar. Una vez en el centro comercial, compramos las entradas y las respectivas cotufas ingresando a la sala. Era una película de acción con tremenda banda sonora, recuerdo que poco tiempo después noté con un orgullo tonto que había ganado premios a efectos especiales y sonido, como si yo hubiese tenido algo que ver con eso.


A la salida de la función estaba mi padre esperándonos en la puerta del centro comercial. Patricia, Cheo y yo veníamos enfrascados en una discusión de cinéfilos inexpertos sobre la trama, el guion, los actores, los efectos y pare de contar. Que había mucha violencia sin sentido alegaba Patricia siempre con su actitud rosa, que los efectos no le convencían decía Cheo con su pose de George Lucas del subdesarrollo, yo les planteaba mis puntos de vista sobre algunos errores de secuencia que habían sido muy obvios, creo que estábamos más entretenidos allí que en la misma sala.


Mi padre luego de escucharnos por algunos instantes en los que  recogió ciertas impresiones, le habló a Anais que se había mantenido al margen de la conversación y caminaba detrás del grupo con la mirada fija en el piso. Le preguntó si le había gustado la película y ella medio asintió pero no levantó la vista. Hicimos un chiste de su elocuencia pero ella seguía en la misma actitud. Noté la cara de preocupación de mi padre, creímos que se sentía enferma y cuando papá le preguntó con voz grave ¿que le ocurría?, simplemente levantó su rostro, con ojos brillantes e inundados en lágrimas, lo miró con una sonrisa infinita y le dijo con la voz entrecortada:

- Muchas gracias señor, yo nunca había estado en un cine.


APA:.

martes, 17 de enero de 2017

Mi Compañera

Aprovecho esta entrada en mi blog para de una vez por todas, poder compartir con quien lo quiera leer, uno de los primeros materiales que me atreví a escribir y no destruir, como le pasó a otras tantas cosas que no lograron la aprobación de la que era en ese entonces mi rigurosa censura, misma que con el tiempo se hizo mas flexible y no necesariamente porque el material producido sea mejor, sino porque simplemente ya no soy tan estricto conmigo mismo. 
Para ser muy claro y honesto, no me atreví a cambiarle ni una coma... espero que les guste

Mi Compañera
Por: Arturo Pérez Arteaga:.
Resultado de imagen para soledad
Es bien compleja mi compañera. A ratos triste y melancólica, distante, con un aire desgarbado que la hace lucir muy vieja, más que el tiempo mismo.

En ocasiones la sorprendo felíz, con el rostro iluminado, esperanzada, viva. Como si no existiera en estemundo un mal que la pudiera dañar o afectar en absoluto. Es en esos momento en los que me desconcierta, pero me encanta, me envuelve en su velo mágico de luz y vitalidad. ¡Como la disfruto entonces!.

Lamentablemente a veces se torna horrible, inaguantable, pesada como el mayor de los yelmos que dobla micuello y cansa mi espalda con una fatiga espiritual indescriptible. Siento que cuando la descubro así, es poco o nada lo que puedo hacer, sólo me resta esperar, esperar a que cambie, a que por su propio juicio recapacite y abandone esa posición, ese estado que nos hace mucho daño.

Una vez la interpelé, le exigí que me explicara el por qué de su conducta y de los cambios repentinos, me miró a los ojos como quien mira a través de un cristal transparente y con voz serena, tan llena de sabiduría y de ingenuidad a la vez, me respondió: "no puedo".

Quedé desorientado, no sabía que decir ni hacer, parecía que mi mente estaba en blanco, era una mezcla de perplejidad y rabia, de esas de las cuales la impotencia es el único fruto. Sólo pude articular una pregunta, cuya respuesta fué la que me impulsó a escribir todo esto.

"SOLEDAD"...me dijo..."mi nombre es SOLEDAD"


Enero de 2002

jueves, 12 de enero de 2017

Expresión Literaria. "¿Por que soy mason?" de Luis Umbert Santos

Para los amantes y curiosos del tema, comparto algunos fragmentos de unos de los libros que considero una guía obligada de estudio para todo aquel que se considere realmente un hombre libre y de buenas costumbres: "¿Por Que Soy Masón?", por encima de convencionalismos e inventos de las mentes cerradas que ven a esta hermosa institución como un club o cualquier otra cosa, alejándose bastante de la verdad.

Lamento no tener sino una copia en físico, porque la obra es tan buena que considero debe ser difundida a los cuatro puntos cardinales, para que llegue a manos, ojos y corazones de todo aquel que ande en la búsqueda de la verdad.

Si en algún momento tiene acceso a esta obra, no duden ni un segundo en leerla, les aseguro que el tiempo invertido en ella será un tiempo aprovechado totalmente.


 Aqui pueden leer como comienza el prólogo del libro:


 A continuación lo que considero una declaración de principios:


 De esta manera, recoge el autor la expresión que sobre la masonería generó el libertador Simón Bolívar:


 A continuación, pueden observar una frase muy real que está por encima de muchos dogmas e ideas erradas sobre nuestra institución:


 Para terminar, por ahora, un buen llamado a la reflexión para hombres y mujeres, pertenezcan a la masonería universal o no.


Un fraternal abrazo.

APA:.