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Este blog, acaba de cambiar de nombre, porque el de "Trinchera Literaria" fué cedido al colectivo de letras al cual pertenezco. No obstante los objetivos permanecen intactos, espero seguir contando con sus visitas

jueves, 19 de enero de 2017

Hábitat Poético: "Clarita"



Tengo el honor y el placer de compartir con ustedes este gran cuento del buen amigo y camarada Pedro Querales. Al leerlo, me pareció tan bueno que le pedí me permitiera publicarlo en mi blog, a lo que accedió gustoso. Espero que lo disfruten tanto como yo.

Clarita 
De: Pedro Querales

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Clarita, era una prostituta, cuyos mejores tiempos habían pasado. Sin embargo, disfrutaba de una muy ganada fama de tener una vagina ultra magnética para mis contemporáneos. Todos ellos me contaban de lo maravillosa que era en la cama, tratando de provocar mi curiosidad, la cual se tentaba, pero cuando me ponía a observarla: su rostro, mostrando los estragos de la recién adquirida madurez cuarentona y el parto de sus siete criaturas; al bajar la vista, hacia sus tetas, recordaba las historias de Victor Romero, quien comentaba que cuando se quitaba sus sostenes, la gravedad hacia su trabajo, y sus pezones aterrizaban en su bajo vientre, sus piernas dejaban asomar las invasivas varices, y me preguntaba: ¿requiere el placer tanto sacrificio mental? Inmediatamente recibía la respuesta: moriré con la curiosidad.


Deambulaba junto con Omaira, Clarita y la mujer maravilla consumiendo las calurosas noches del norte de la ciudad, acompañada por los grasientos mechurrios, infaltables en los paisajes de mi juventud, pues formaban parte del alumbrado público que Cadafe no cubría. Las tarifas estaban al alcance, tanto de las urgencias hormonales de mis amigos jóvenes, o de personas de mayor edad. Para todos había.


Una vez, compartiendo con mis amigos de siempre, en “La Caravana blanca”, (que atendía “Cambalache”, quien, por cierto, le montaba conversa a uno y aprovechaba para colarle la cerveza que se estaba tomando para agregarla a nuestra cuenta. Y por si fuera poco, la retiraba cuando la llevabas por la mitad, y sin preguntar servía una nueva ronda, la cual incluía la suya), Clarita, me dijo, en voz baja:


-Me los he tirado a todos, y cada uno de ellos siempre me procura, y como yo no desprecio a nadie, siempre los acojo, y les doy su buena ración de placer. Vos sois el único que no se ha acostado conmigo.


Y le contesté, inmediatamente:


-Prefiero seguir siendo la excepción de tan placentera regla.

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