El siguiente artículo fue presentado por mi, en mi madre logia hace algunos años como una expresión de preocupación por el deterioro y la crisis moral que se puede observar en las diferentes instituciones y de las cuales la masonería no escapa.
Moralidad y Dogmatismo
Por: Arturo Pérez Arteaga :.
Es por todos bien sabido que
las instituciones humanas han venido atravesando en los últimos años, por problemas morales que han tendido a generar su muerte o
desaparición, o en el mejor de los casos, su debilitamiento con respecto a las
fortalezas que exhibieron en tiempos pasados. Tampoco, para
nadie es un secreto que instituciones como la iglesia católica por ejemplo, se
ha visto muy afectada por las continuas denuncias de pedofilia y corrupción
hacia sus miembros que le ha llevado a una crisis nunca antes vista en su
historia; además de eso podemos notar el debilitamiento en todo el mundo de los
partidos políticos de cualquier tendencia, que en base a su poca coherencia
entre su discurso y su accionar, han terminado viendo la migración de sus
seguidores hacia tendencias emergentes o simplemente hacia posiciones que nada
tienen que ver con cada uno de ellos.
La masonería no ha escapado
de este fenómeno y en este momento de la historia post-moderna también
atraviesa una crisis importante, de la cual, nosotros como columnas integrantes
de su estructura tenemos la obligación de analizar con el fin de corregir los
posibles errores que podemos estar cometiendo y sin lugar a dudas la podremos
fortalecer para que salga, como es de esperarse, mucho más grande de lo que ya
es.
Muchos de
los problemas que nos invaden, tienen sus raíces, entre otras cosas en dos temas
manejado por nosotros al menos de forma teórica como son la moral y el dogma. La moral dictada de forma
magistral y unidireccional, desde el estrado, el púlpito, el oriente o desde
cualquier punto de exposición masónica o no, sin un correspondiente
entendimiento y posterior aplicación práctica en nuestra vida cotidiana termina
siendo un tema vacío, sin asidero dentro de los hermanos convirtiéndose en un dogma razonado, de
los muchos que nos invaden en nuestro cotidiano transitar por este mundo.
En su libro: Hacia una Moral sin Dogmas, el querido hermano
José Ingenieros nos dice:
“Sabéis
que es la mayor de las inmoralidades predicar a otros las virtudes que no se
practican, según el risueño consejo de los teólogos: “haz lo que te digo, no lo
que hago”.
También nos dice allí el querido hermano
Ingenieros:
“La
experiencia moral no está limitada por la revelación ni por la razón, se
perfecciona en función de la experiencia social, tendiendo a adaptarse a sus
condiciones incesantemente variables y renovando sin cesar los juicios de valor
en que se funda...”
En base a lo anteriormente
expuesto me permito aseverar que la moral y su práctica no son sólo un tema
destacado en un ritual que se lee de cuando en cuando, es ciertamente, una
obligación a la que estamos sometidos en nuestra condición, al hacernos llamar
hombres libres y de buenas costumbres.
Ya basta del doble discurso
de personas dentro de nuestra institución que se hacen llamar masones y que
exhiben sus miserias a diestra y siniestra, a oriente y occidente, al mediodía y
a la medianoche sin entender que no son ellos los atacados por estas conductas
indecorosas y faltas de toda ética; es nuestra institución la que se ve
resentida al ser atacada por quienes al generalizar, sólo piensan que la
masonería, en base a ese comportamiento deplorable del algunos iniciados, es un
antro de perdición y de culto a las peores costumbres y vicios.
En nuestras manos está, parte de la solución de los problemas que nos aquejan,
esta solución se basa en la coherencia y el equilibrio entre nuestro
pensamiento, palabra y acción. Nuestro compromiso moral no debe ser sólo de
palabra, nuestras acciones deben ser consecuentes con lo que decimos porque
sino, un muy flaco servicio estaríamos haciendo.
Es nuestro reto
entonces dejar de hablar de moral de forma dogmática, y comenzar a
practicarla y hacerla practicar.
APA:.
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