Siempre existirá la navidad
Por: Arturo Pérez Arteaga:.
Sólo
había cabida para la aflicción y el desánimo en mi espíritu ese día de Diciembre
mientras permanecía en la fría e impersonal habitación del hospital donde yacía
tu cuerpo casi sin vida padre amado, mi viejo, a quien le debo ser el hombre
que soy, el tener que verte allí agonizando, robándole a la vida los últimos
suspiros, era para mí desgarrador y miserable.
Oré
y le pedí a ese ser que todos llaman dios o creador para que te ayudara, a
pesar de no ser un hombre de fe me aferraba a cualquier cosa que le diera a mi
alma algo de sosiego dentro de tanto sufrimiento.
Para
intentar calmarme, me levanté de manera autómata, caminé por el hospital tratando
de despejar mi obnubilado ser, mis distraídos pasos me hicieron deambular por
esos interminables pasillos fastidiosamente iguales, blancos y asépticos, tropecé
con muchas personas sin verlas realmente, cada quien estaba en su afán con su
drama particular, me sentía una especie de fantasma, un ánima penando que no
encontraba reposo condenada a vagar eternamente por el mundo de los vivos.
Al retornar a la habitación donde te mantenías
en ese infame letargo, advertí apenas por primera vez desde que estaba allí que
te habían ubicado muy cerca del retén donde llevan a los niños y niñas recién
nacidos, sólo pude pensar en lo poco apropiada de esta ubicación para los
pacientes que requieren paz y quietud, no obstante siendo totalmente sincero no
le presté mayor atención al tema, quizá porque caí en conciencia de que en tu
estado comatoso poco importaba si un neonato lloraba toda la noche o no.
Me
senté frente a ti de manera mecánica e involuntaria, con una necesidad
inexplicable de esculpir en mi memoria cada uno de los momentos que te restaran
a mi lado, sin importar que tu pose y tu imagen fuesen siempre las mismas, te
contemplé casi toda la noche. Recordando lo vivido, lo aprendido durante todos
estos años, me reproché el no haber dedicado más tiempo para compartir contigo,
viéndote allí desvalido y moribundo se agolpaban en mi tantas sensaciones,
tantas emociones que no me dejaban descansar ni un momento, además estaba ese
aparato de señales que emitía sonidos y silencios a intervalos monótonamente
iguales, liberando un puntito que se reflejaba en la pantalla al lado de la
cama y que a pesar de ser tan irritante, era la única manera de saber que aún
pertenecías a este mundo.
Bien
entrada la noche, de mis cavilaciones me sacó el llanto penetrante de un bebé, acabaría
de nacer tal vez, antes de tener la oportunidad de hacer algo, noté que te
moviste, al principio pensé que lo había imaginado, pero al detallarte lo
comprobé, luego del primer movimiento que pareció algo espasmódico e inconsciente
vinieron otros muy lentos, pero definitivamente voluntarios, me quedé sorprendido,
no lo podía creer, abriste los ojos, me miraste profunda y suavemente y me
hablaste con la voz que recuerdo de siempre, esa que me llenó y me abrazó
cálidamente tantas veces:
- Hijo,
¿que hora es? –pese a que la pregunta me sorprendió me apresuré a mirar mi reloj
y responderte-.
- Son
las 12 de la media noche papi.
- ¿Y
que fecha es hoy? –esa pregunta me sorprendió incluso más que la primera, y
seguiste- si no me equivoco, debe ser el día de navidad –lo comprobé en el
calendario que reposaba en la mesa a tu lado, mi cara debía ser un poema-.
- Si, papi,
¿Cómo lo supiste?, llevas varios días inconsciente… ¿como?
- Tranquilo
hijo, eso no es relevante, lo realmente importante es lo que estamos viviendo
justo ahora, el llanto de ese niño, ¿lo escuchaste? –sólo pude asentir, no me
dejaste hablar, en ese momento habías tomado mi mano y la apretabas firmemente
y continuaste- ese llanto nos recuerda lo significativo de esta fecha y lo que
simboliza, no se trata de fiestas, ropa nueva, gastos suntuosos y excesos de
vanidad. El verdadero sentido de la navidad está en el renacer de la vida, del
amor, la fraternidad y sobre todo, el renacer de la esperanza… es lo que nos está
recordando ese niño, su nacimiento nos da esperanza para seguir viviendo, por
favor, no lo olvides nunca y compártelo con mis nietos… perdóname el no haberte
dicho esto antes, pero ya me puedo marchar tranquilo, eres un buen hombre… Dios
te bendiga hijo.
Cerraste
los ojos, el aparato de señales emitió un silbido agudo e ininterrumpido, yo
sabía lo que significaba, mi viejito, me diste el mejor regalo de mi vida justo
antes de partir.
-FIN-
Me hizo subir la adrenalina, mis latidos del corazón fueron aumentando, realmente conmovido, ya que esa historia del cuento es casi semejante a la de mi padre cuando murió en mis brazos, Saludos apreciado amigo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEncantador... Gracias Arturo.
ResponderEliminarMil gracias Laura... un fuerte abrazo
EliminarSe me erizo la piel leer tu libro, excelente redacción, ojala y todos tomemos en cuenta que la navidad no significa regalos y ropa nueva si no mas bien unión familiar amor y reforzar los valores humanos!!!
ResponderEliminarGracias por dedicar tu tiempo para que los demás leamos
ResponderEliminarmas bien, mil gracias a ti por la deferencia de invertir tu tiempo leyendo un cuento mio... es un honor de verdad... que bueno que te gustó
Eliminarmuy bonitoooo ,a mi madre cuando le detectaron un tumor en la matriz,yo sali de clinica Rosario y empece a caminar por inersia llorando muchisimo sin prestarle atencion a nadie ni a nadaaa, por pdvsa me sente en unas de las aceras ahy dure llorando desconsoladamente como por una hora o dos....
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEs imposible no pensar en el viejo de uno y verse en esa situación, aunque a Dios gracias lo tengamos todavía bien y con salud! Gracias Arturo x esta lectura!
ResponderEliminarEs imposible no pensar en el viejo de uno y verse en esa situación, aunque a Dios gracias lo tengamos todavía bien y con salud! Gracias Arturo x esta lectura!
ResponderEliminarGracias a usted hermano, por estar allí
Eliminar