Hoy les traigo un cuento de una de nuestras nuevas adquisiciones en la Tertulia Literaria Rafael Machado Millán, la señora Militza Jimenez, quien en su estilo romántico nos presenta una interesante historia de encuentros y sobre todo de desencuentros... que lo disfruten
El regalo
De: Militza Jimenez
Aquella mañana enrarecida por el
sol, lo vio llegar con el ramo de flores más pontifical que se hubiera creado,
le había dicho unos días antes que pretendía cortejarla y después de enviarle
una mirada de desentendida ella le dijo que sí.
Desde ese día empezó a llevarle
flores, ramos de incandescentes margaritas, calas dormidas y claveles glamorosos. A ella le encantó, lo vistió de hidalguía como si fuera
un príncipe porque además, entre las flores encontraba furtivos papelitos con
poemas románticos.
Una tarde, la de la desgracia,
descubrió que las flores eran el disfraz
en el que ocultaba su espíritu lujurioso
y solitario. Entre un hermoso ramo
floral, ella encontró la nota que
le causaría llantos de indignación, y a él le haría arrepentirse toda la vida.
El infame papel empezaba así “soñé
contigo“, luego describía de una manera sórdida aquel sueño, haciéndola sentir
ultrajada y decepcionada. Después del exabrupto él trató en vano de arreglar el inoportuno accidente caligráfico; nada más difícil que tratar
de juntar los miles de pedazos en los que se rompen
los pensamientos e ilusiones de una mujer.
Desde ese día, empezó a presentarse
con un regalo diferente, chocolates envueltos en papeles tornasolados, cajas de
madera con bailarinas girando al son de la música, muñecas francesas con ojos
inmensos de cristal que la asustaban porque parecía que la seguían con la mirada,
Sedas de la china, peinetas españolas.
Nunca más llevó flores, intuía que aquellas le traían recuerdos del abyecto papel. Años después le confesaría que al verla
solitaria y no tan joven, creyó que sería
presa fácil de caer en la tentación y
crear en ella la necesidad física, nunca contó con lo sensible y fuerte de su
carácter.
Pasaba la semana buscando un
presente que lograra su perdón, porque
si hubo alevosía con las flores, ahora sentía una necesidad apremiante de cumplir
en ella, aquellos sueños que lo atormentaban todas las noches.
Los regalos se volvieron agobiantes, ella llegó a contar doscientos cuarenta en dos años, luego dejo de
contar, los recibía y los aventaba al cuarto del olvido, sin ni siquiera
mirarlos, secretamente añoraba al hombre caballeroso que le enamoraba con flores y papelitos
santos de amor, nada sirvió para calmar su afrenta, lo recibía por aburrimiento
porque ya no sentía el interés amoroso.
Un sábado en la mañana tomando café,
decidieron hablar de aquel asunto inconcluso, además ya había acabado con todos los posibles
regalos, empezaron a aparecer repetidos, ella decidió tomar la palabra y le
dijo - eres tu peor rival – la entendió, sabía que la sombra del otro hombre
era él mismo, el de los papelitos con poemas, el de las fragantes flores, y que
había desaparecido para mostrar desnudo su verdadero yo. La miró a los ojos y contestó arrogante - estás equivocada – lo observó como
si fuera la primera vez, y marcando con
rabia cada palabra le dijo – libidinoso y bruto – había despreciado el
sincerarse con ella y lograr su perdón y decirle que aquel papel ofensivo era una mala hora y
nada más. Desde esa tarde no volvió a verlo, extrañaba sus visitas más por
costumbre que por otra cosa, porque al marcharse le dejaba un vacío que nunca
quiso descifrar.
Un día lo vio a lo lejos y fue a su encuentro, se saludaron con cariño retenido,
él bajó la mirada y le dijo -el
día que regrese es porque voy a obtener
tu perdón– no le dijo que ya lo había disculpado aquella tarde, cuando descubrió que los
hombres no saben claudicar ante sus errores.
El tiempo transcurrió y el olvido
fue llevando y trayendo presencias nuevas, ya solo quedaban los regalos
acumulados en aquel cuarto, que le servían a sus hijos y luego a sus nietos para
sus amoríos de adolescentes.
Un miércoles lo vio llegar y creyó
que había desvariado y era sábado, tenía en sus manos un bastón, lo vio más viejo y se vio reflejada en él, tenía
la mirada perdida, trataron de atisbar entre las canas y los lentes del uno y
del otro ¿qué había pasado en estos años de silencio?
Al bajar la tarde tomaron café, y
al despedirse él sacó de una raída bolsa, una hermosa caja de madera tallada, se la entregó en silencio, lo
vio alejarse por última vez, ella la colocó junto a un jarrón con flores y allí
quedó durante años, siempre creyó que era un alhajero y que estaba vacía, hasta
que un día el tropel de nietos, volcaron la mesa con todo lo puesto allí, un papel flotando en el aire como si buscara ser leído y la brisa de la
tarde lo ayudara, ella lo agarró al vuelo, se colocó los lentes para poder leer la
oración jamás pronunciada “perdóname
pero sigo soñando contigo“.
-o-
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