Aclaratoria Importante

Este blog, acaba de cambiar de nombre, porque el de "Trinchera Literaria" fué cedido al colectivo de letras al cual pertenezco. No obstante los objetivos permanecen intactos, espero seguir contando con sus visitas

viernes, 30 de junio de 2017

Hábitat poético: "El regalo"

Hoy les traigo un cuento de una de nuestras nuevas adquisiciones en la Tertulia Literaria Rafael Machado Millán, la señora Militza Jimenez, quien en su estilo romántico nos presenta una interesante historia de encuentros y sobre todo de desencuentros... que lo disfruten



El regalo
De: Militza Jimenez
Resultado de imagen para arreglos florales
Aquella mañana enrarecida por el sol, lo vio llegar con el ramo de flores más pontifical que se hubiera creado, le había dicho unos días antes que pretendía cortejarla y después de enviarle una mirada de desentendida ella le dijo que sí.
Desde ese día empezó a llevarle flores,  ramos de incandescentes  margaritas, calas dormidas y claveles  glamorosos.  A ella  le encantó, lo vistió de hidalguía como si fuera un príncipe porque además, entre las flores encontraba furtivos papelitos con poemas  románticos.
Una tarde, la de la desgracia, descubrió que  las flores eran el disfraz en el que ocultaba  su espíritu lujurioso y solitario. Entre un hermoso ramo  floral, ella encontró  la nota que le causaría llantos de indignación, y a él  le haría arrepentirse toda la vida.
El infame papel empezaba así “soñé contigo“, luego describía de una manera sórdida aquel sueño, haciéndola sentir ultrajada y decepcionada. Después del exabrupto él trató en vano de arreglar  el inoportuno  accidente caligráfico; nada más difícil que tratar de juntar los miles de pedazos en los que se rompen los pensamientos e ilusiones de una mujer.
Desde ese día, empezó a presentarse con un regalo diferente, chocolates envueltos en papeles tornasolados, cajas de madera con bailarinas girando al son de la música, muñecas francesas con ojos inmensos de cristal que la asustaban porque parecía que la seguían con la mirada, Sedas de la china, peinetas españolas.
Nunca más llevó  flores,  intuía que aquellas  le traían recuerdos del abyecto  papel. Años después le confesaría que al verla solitaria y no tan joven, creyó que  sería  presa fácil de caer en la tentación y crear en ella la necesidad física, nunca contó con lo sensible y fuerte de su carácter.
Pasaba la semana buscando un presente  que lograra su perdón, porque si hubo alevosía con las flores, ahora sentía una necesidad apremiante de cumplir en ella, aquellos sueños que lo atormentaban todas las noches.
Los regalos se  volvieron agobiantes, ella llegó a contar  doscientos cuarenta en dos años, luego dejo de contar, los recibía y los aventaba al cuarto del olvido, sin ni siquiera mirarlos, secretamente añoraba al hombre caballeroso  que le enamoraba con flores y papelitos santos de amor, nada sirvió para calmar su afrenta, lo recibía por aburrimiento porque ya no sentía el interés amoroso.
Un sábado en la mañana tomando  café,  decidieron hablar de aquel asunto inconcluso, además  ya había acabado con todos los posibles regalos, empezaron a aparecer repetidos, ella decidió tomar la palabra y le dijo  - eres tu peor rival –   la  entendió, sabía que la sombra del otro hombre era él mismo, el de los papelitos con poemas, el de las fragantes flores, y que había desaparecido para mostrar  desnudo  su verdadero yo. La miró a los ojos y  contestó  arrogante - estás equivocada – lo observó como si fuera la primera vez, y  marcando con rabia cada palabra le dijo – libidinoso y bruto – había despreciado el sincerarse con ella y lograr su perdón y decirle  que aquel papel ofensivo era una mala hora y nada más. Desde esa tarde no volvió a verlo, extrañaba sus visitas más por costumbre que por otra cosa, porque al marcharse le dejaba un vacío que nunca quiso descifrar.
Un día lo vio  a lo lejos y fue  a su encuentro, se saludaron con cariño retenido, él  bajó la mirada  y le  dijo  -el día que regrese es porque  voy a obtener tu perdón– no le dijo que ya lo había  disculpado  aquella tarde, cuando descubrió que los hombres no saben claudicar ante sus errores.
El tiempo transcurrió y el olvido fue llevando y trayendo presencias nuevas, ya solo quedaban los regalos acumulados en aquel cuarto, que le servían a sus hijos y luego a sus nietos para sus amoríos de adolescentes.
Un miércoles lo vio llegar y creyó que había desvariado y era sábado, tenía en sus manos un bastón,  lo vio más viejo y se vio reflejada en él, tenía la mirada perdida, trataron de atisbar entre las canas y los lentes del uno y del otro ¿qué había pasado en estos años de silencio? 
Al bajar la tarde tomaron café, y al despedirse él sacó de una raída bolsa, una hermosa caja de  madera tallada, se la entregó en silencio, lo vio alejarse por última vez, ella la colocó junto a un jarrón con flores y allí quedó durante años, siempre creyó que era un alhajero y que estaba vacía, hasta que un día el tropel de nietos, volcaron la mesa con  todo lo puesto allí,  un papel flotando en el aire  como si buscara ser leído y la brisa de la tarde lo ayudara, ella lo agarró al vuelo, se colocó los lentes para poder  leer  la oración jamás pronunciada  “perdóname pero sigo soñando contigo“.

-o-

No hay comentarios:

Publicar un comentario