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Este blog, acaba de cambiar de nombre, porque el de "Trinchera Literaria" fué cedido al colectivo de letras al cual pertenezco. No obstante los objetivos permanecen intactos, espero seguir contando con sus visitas

domingo, 2 de octubre de 2016

Me Tropecé con la Beldad

Nota del Autor:
Este artículo fue originalmente escrito y publicado como colaboración a la página web de un muy Querido Hermano en Septiembre de 2015 (la revista muyvirtual.com), pero al ser de mi autoría, considero pertinente que esté en mi blog


“Me tropecé con la beldad”

Arturo Pérez Arteaga:.





Hoy quiero hablarles y compartir con ustedes algunas de las curiosidades que tiene nuestro castellano.

Leyendo “Los Amos del Valle”, una obra extraordinaria de Francisco Herrera Luque, considerada una novela histórica, en la que su brillante autor utiliza un lenguaje de la Venezuela colonial de los siglos XVII y XVIII, me tropecé con esa palabra y debo confesar que en ese momento debí parar de leer porque me recordó algunas de las cosas que leo en las redes sociales, mensajes de texto y ese tipo de herramientas electrónicas, donde aparentemente la moda es escribir con la mayor cantidad de errores ortográficos posibles y se me ocurrió el mal chiste de que el autor, en lugar de decir la palabra “VERDAD” para referirse a la realidad, escribió, a manera de broma: “BELDAD” y eso, dentro del proceso solitario que es el acto de leer, me hizo reír mucho, confieso, como un tonto, por lo que, cualquier observador de mi actividad podría suponer que estaba leyendo un libro de chistes muy bueno. Hasta este punto, cualquiera puede intuir acertadamente que yo no conocía el significado de la palabra “BELDAD”, la cual, de inmediato procedí a buscar en mi diccionario y para mi sorpresa, la citada palabra significa “belleza o hermosura” y no se trata de una inflexión, modismo o americanismo para referirnos a la “realidad o verdad” y mucho menos una broma del autor cómo se me ocurrió imaginar al principio.




Esta situación me había ocurrido de manera similar con un libro de filosofía que trataba del origen humano o divino de Jesús de Nazaret. En esa ocasión la palabra que me conseguí fue “escatológica” y en ese caso sí conocía –al menos parcialmente- el significado. Para mí eso sólo significaba “relativo a los excrementos” y pueden imaginar mi frustración al intentar conciliar aquello; un tema tan trascendental para los cristianos como es el origen divino de su profeta y sin embargo el autor lo mezcla con la mierda, sin pruritos ni sonrojos. Para mi sorpresa, cuando pude estar cerca de un diccionario y luego de no encontrarle sentido a lo planteado por el autor entre la mierda y la divinidad, comprobé que la palabra “escatológica” también significa “relativo a las postrimerías de ultratumba”, lo que me llevó indefectiblemente a releer el libro para poder darle sentido a todo eso a la luz de mi nuevo conocimiento. De forma milagrosa, salí de la mierda, para caer en el más allá.

Ambas experiencias me recordaron la anécdota contada una vez por un connotado escritor, quien escribió un artículo haciendo referencia a la “SIMA” de forma explícita y literal y el editor, haciendo gala de la misma ignorancia que me hizo topar con la beldad y la escatología, corrigió la palabra publicando el artículo con la palabra “CIMA”, cambiando totalmente el significado del artículo. Porque como comprenderán no es lo mismo estar en la Cima que en la Sima.

Son cosas de nuestro castellano, que muy particularmente me han hecho tratar de tener siempre a mi lado un diccionario que me permita mejor entender el mundo de las letras, conocer lo desconocido y poder sumarle sinónimos y antónimos a lo que creo ya conocer. Seguro estoy de que estas no son ni las únicas ni las últimas experiencias, sobre todo porque no pienso privarme aún de la hermosa aventura y el gran placer que me produce la lectura.


 

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